3. ¿Qué no es Aprendizaje Cooperativo?
Es importante ser capaz de diferenciar entre los grupos de trabajo que simulan el aprendizaje cooperativo de los grupos que realmente lo llevan a cabo. No son trabajo cooperativo los pseudogrupos ni los grupos de trabajo tradicionales porque si bien los
alumnos trabajan juntos su desempeño no conduce a los resultados positivos que se obtendrían al trabajar de manera cooperativa:
Pseudogrupos de aprendizaje: por desconocimiento en muchas ocasiones se organiza a los alumnos para que trabajen en equipo suponiendo que cualquier grupo de alumnos por sí mismos van a generar y promover el aprendizaje de todos los miembros. Cuando
no hay certeza de que la estructura de la actividad favorece que los alumnos interactúen entre ellos y compartan información, lo que se está favoreciendo es el llamado pseudogrupo de aprendizaje.
- En el pseudogrupo los estudiantes deben trabajar juntos, pero no tienen interés en hacerlo, no hay preocupación por el aprendizaje de los demás y aunque aparentemente están juntos continúan compitiendo entre sí. En este modo de trabajo tampoco
existe compromiso alguno por el futuro del grupo (Johnson y Johnson, 1999).
- Estos grupos se forman de manera improvisada, sin planificación previa del docente y el tipo motivación que los impulsa es extrínseca, fundamentalmente conseguir una calificación favorable. En ocasiones los grupos de trabajo se forman contra
la voluntad de sus integrantes que preferentemente desearían hacer su trabajo de manera individual (Ortega y Terrazas, 2012).
En estos pseudogrupos los estudiantes no comparten la información, sino al contrario, trabajan de manera individual sin que su esfuerzo fomente el aprendizaje del conjunto porque mantienen el espíritu competitivo. Si este es el espíritu que predomina
en el grupo, se alcanzarán mejores resultados trabajando de forma individual.
Grupos de enfoque tradicional: tampoco consiguen los beneficios del trabajo cooperativo los grupos de aprendizaje de enfoque tradicional. Son aquellos en los que el docente da unas instrucciones respecto qué deben lograr trabajando juntos, pero
las tareas que se les asigna están estructuradas de tal modo que no requieren trabajo conjunto y los miembros sólo interactúan entre ellos para aclarar qué parcela corresponde a cada uno y cómo deben actuar individualmente. Aunque los alumnos intercambian
información, no están motivados para enseñar lo que saben al resto de compañeros.
La predisposición a ayudar y compartir es mínima porque tras repartir el trabajo, cada uno realiza su parte de manera individual para, en una segunda fase, reunirse y unir cada sección en un documento o presentación conjunta que recopile los logros individuales.
Lo importante es que todos realicen el mismo esfuerzo.
En los grupos tradicionales, aunque se comparte la información de manera parcial no hay ninguna motivación para aprender la parte del otro, ni por enseñar lo cada uno ha aprendido al resto de sus compañeros. La situación se agrava si, además, han de hacer
el trabajo fuera del aula porque se añade la dificultad de desplazarse a un sitio común o las incompatibilidades de horario entre los miembros que les limita el tiempo en el que realizar las tareas compartidas.
Es bastante común que algunos compañeros abusen del esfuerzo de los estudiantes más aplicados, quienes acaban haciendo todo o casi todo el trabajo para evitar una mala calificación, por lo que al final del proceso se sienten “explotados” y, como consecuencia,
disminuyen su esfuerzo en el trabajo.
En este caso aunque el resultado de trabajar juntos pueda ser superior que el potencial de algunos miembros, lo cierto es que los estudiantes que más se esfuerzan serán capaces de obtener mejores resultados trabajando de forma individual. Tanto en los
pseudogrupos como en los grupos de enfoque tradicional, las tareas se estructuran de tal manera que los estudiantes son evaluados y recompensados como individuos y no como miembros de un grupo, incluso aunque todos reciban la misma calificación.