LIBRO 1:LA IDENTIDAD Y LA UNIDAD EUROPEA A LO LARGO DE LA HISTORIA
3. Capítulo II. Construcción de la identidad y de la idea de unidad europeas durante la Edad Media
3.7. Conclusión
La Edad Media fue una época convulsa en la que la fragmentación política, la disolución de las estructuras comunes del Imperio Romano, las luchas por el poder y la expansión territorial podrían haber debilitado el desarrollo de una identidad europea común. Sin embargo, la doctrina de la Iglesia Católica contribuyó a mantener un sentimiento de identidad y cohesión basado en un sistema moral y ético compartido que allanaron el camino para el proceso de integración europea del siglo XX.
Durante la Edad Media, la unidad de Europa se concibió en términos religiosos y espirituales bajo el liderazgo de la Iglesia Católica, principal institución de cohesión social y moral.
La estructura jerárquica y centralizada de la Iglesia Católica facilitó que el Papado se presentase en el imaginario colectivo europeo como el poder supremo emanado de Dios y garante de la seguridad y estabilidad d ellos pueblos. La doctrina católica, sus ritos y valores unificados ofrecían un marco en el que los europeos se sentían miembros de una comunidad global que superaba las barreras políticas y territoriales.
Frente a la fragmentación política y las disputas por el poder, en las que también participaban los Pontífices romanos, las redes de monasterios con sus escuelas monacales, las escuelas episcopales desarrolladas en torno a las catedrales y, posteriormente, el desarrollo de las universidades actuaron como elementos culturales y educativos que vincularon a la comunidad europea en torno al saber y la fe.
Las escuelas monásticas propiciaron la unidad cultural y espiritual de Europa al actual como guardianes de la fe cristiana y la moral común. Las escuelas episcopales ampliaron estas ideas al admitir a laicos en sus estudios y desarrollaron la escolástica como método intelectual para aunar fe y razón. El desarrollo de las universidades favoreció la creación de una comunidad intelectual europea que tenía en el debate y la argumentación su método principal.
Las escuelas monásticas, las escuelas episcopales y las universidades medievales desarrollan principios fundamentales como la solidaridad, el diálogo, la educación como elemento cohesionador y la movilidad intelectual basada en la universalidad del conocimiento que fueron fundamentales para la construcción de la Unión Europea. Estos ideales que se sobreponían a las divisiones territoriales y políticas mostraron a los europeos que, a través de la educación y las ideas compartidas, se podía construir una Europa basada en la cooperación, el diálogo y el entendimiento mutuo. El ideal de una Europa unida que guiaba el proceso de integración europeo del siglo XX bebía de esta herencia espiritual y cultural preservada por los monasterios.
Las peregrinaciones contribuyeron también a este intercambio de ideas y conocimientos. La identidad cristiana de Europa se vio fortalecida gracias a estas prácticas religiosas que también fomentaron la creación de una identidad supranacional. Los peregrinos, de diferentes orígenes, compartían unos ritos y una devoción comunes que superaban la fragmentación lingüística, política o territorial. La movilidad religiosa requirió de unas infraestructuras y estructuras organizativas que asegurasen la seguridad y asistencia de los peregrinos. Esta estructura organizativa inspiraría formas de cooperación europea, con redes de movilidad supranacionales que facilitan la movilidad y colaboración entre estados. Inspiraría además las políticas de libre circulación, especialmente las vinculadas a la movilidad cultural y educativa como el Programa Erasmus, o los Itinerarios Culturales Europeos.
Durante la Edad Media, la identidad y la unidad europea se construyeron también por oposición al mundo islámico. La defensa frente a un enemigo común, el reconocimiento frente al otro, consolidó la idea de una Europa cristiana que compartía valores y principios comunes.
Al término de la Edad Media, existía entre los europeos una idea de identidad compartida que los diferenciaba de otros. Esta identidad se encontraba intrínsecamente vinculada a la religión Católica que actuaba de elemento cohesionador al otorgar un corpus de fe, creencias, dogmas y ritos compartidos que superaban las diferencias lingüísticas y culturales y las fronteras territoriales. Los europeos se reconocían a sí mismos como miembros de la comunidad cristiana y, esta identidad, se reforzaba frente al enemigo exterior encarnado en el mundo islámico.
Sin embargo, a finales de la Edad Media se estaban poniendo en cuestión las estructuras ideológicas consolidadas. La Iglesia Católica se enfrentaba al Cisma y la crítica interna, el feudalismo se desvanecía frente al fortalecimiento de las monarquías autoritarias.
La Edad Media anticipó algunos principios e ideas que iluminarían el proceso de integración europea del siglo XX. La existencia de una identidad europea compartida basada en valores y creencias compartidas que hundía sus raíces en el mundo grecolatino; la creación de redes educativas e intelectuales transnacionales que estimulaban un conocimiento compartido; los intentos de establecer uniones territoriales bajo un sistema legislativo y administrativo común y centralizado fueron algunos de ellos. La unidad de Europa había tomado forma en la reflexión intelectual de los europeos. Así surgieron intelectuales que propusieron proyectos de integración y unidad europeas, aún poco definidos y siempre bajo la gobernanza de un jerarca supremo (el Papado o el Sacro Imperio Romano-Germánico), que fracasaron fruto del contexto político pero que ya hacían vislumbrar algunos de los modelos desarrollados por los fundadores de la Unión Europea: la paz y el bien común como objetivos supremos; la colaboración transnacional basada en el acuerdo y aceptación de un derecho común; reconocimiento de un destino compartido para los pueblos europeos, fortaleza en la unión frente a los peligros exteriores y la creación de instituciones supranacionales que detentasen parte de la soberanía cedida por los estados.