LIBRO 1:LA IDENTIDAD Y LA UNIDAD EUROPEA A LO LARGO DE LA HISTORIA
LIBRO 1:LA IDENTIDAD Y LA UNIDAD EUROPEA A LO LARGO DE LA HISTORIA
3. Capítulo II. Construcción de la identidad y de la idea de unidad europeas durante la Edad Media
3.6. La identidad y la unidad europeas como oposición al mundo islámico.
La Edad Media en Europa vivió la expansión y consolidación del Imperio Islámico. Las confrontaciones, pero también las relaciones entre el mundo islámico y Europa fueron fundamentales para el desarrollo de la identidad cultural de ambos espacios.
Para entender cómo fue percibida Europa desde el mundo islámico durante la Edad Media, es necesario examinar una compleja red de interacciones que abarcó desde los primeros encuentros entre el Califato Omeya y los pueblos europeos hasta el periodo de las Cruzadas. La percepción islámica de Europa no solo fue moldeada por conflictos militares, sino también por intercambios culturales, filosóficos y comerciales. A lo largo de la Edad Media, el mundo musulmán, a través de sus grandes centros de conocimiento como Bagdad y Córdoba, desarrolló una visión multifacética y cambiante de lo que representaba Europa. Este capítulo aborda la evolución de dicha percepción, analizando los momentos clave y los actores influyentes que participaron en la construcción de una identidad europea a los ojos del mundo islámico.
¿Qué visión tenía el mundo islámico de Europa?
Durante la Edad Media, la cartografía y la geografía experimentaron un notable desarrollo en el mundo islámico. La expansión del Imperio Islámico, las relaciones diplomáticas y los viajes de los propios geógrafos ampliaron el mundo hasta entonces conocido.
Al-Idrisi (1100-1165), geógrafo árabe que trabajó en la corte de Roger II de Sicilia en el siglo XII, elaboró mapas y descripciones que incluían a Europa. En su obra Tabula Rogeriana, describía Europa no sólo como un espacio físico dividido en reinos diversos sino también como un espacio de constante interacción de culturas, añadiendo, en esta interacción, la influencia del islam.
Para los musulmanes Europa era un territorio distante, pero también un espacio de rivalidad y coexistencia, un espacio para la expansión y la conquista.
Tras la conquista de la Península Ibérica durante el Califato Omeya, las relaciones culturales del mundo islámico se intensificaron. Las obras griegas, persas y romanas que el mundo islámico había conservado y traducido, llegaron, gracias a este contacto, al conocimiento de los intelectuales europeos. Este intercambio cultural y académico entre el mundo islámico y Europa fue esencial para la formación de la identidad europea, ya que, gracias a las traducciones de los musulmanes, los filósofos e intelectuales europeos pudieron redescubrir su herencia clásica durante el Renacimiento.
El pensamiento musulmán construía el concepto de Europa por contraste a la civilización islámica. Europa aparecía como un espacio geográfico y político fragmentado en diferentes reinos, frente al mundo islámico, unificado y organizado, primero bajo el Califato Omeya y después bajo el Califato Abasí, con espacios europeos autónomos como el Califato de Córdoba. Esta unidad dotó al califato de una notable cohesión y riqueza cultural que introdujo en el mundo islámico la idea de una Europa menos avanzada en conocimientos y cultura y muy fragmentada políticamente.
La expansión islámica
El Islam surgió en el siglo VII como una confesión religiosa fundada por Mahoma (c. 570-632) aglutinando ideas de las anteriores confesiones monoteístas, judaísmo y cristianismo. Para los musulmanes, la doctrina islámica había sido revelada a Mahoma por parte de Alá, el dios supremo. Así, la era musulmana comenzó en el 622 con la Hégira, cuando Mahoma inicia la misión de extender la doctrina islámica por la evangelización y la conquista.
El primer encuentro significativo entre el mundo islámico y Europa ocurrió durante la expansión del Califato Omeya (661-750). Desde la muerte de Mahoma los musulmanes habían extendido su control desde Arabia hacia el norte de África hasta cruzar en el 711 el Estrecho de Gibraltar, que separa África de Europa, para conquistar casi toda la Península Ibérica y cruzar los Pirineos hasta ser detenidos y derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poitiers. De este modo, el mundo musulmán ponía pie en Europa, aunque era contenido al sur de las fronteras de la Galia.
Así, en el año 754 la crónica mozárabe Chronicon Hispaniae, se refiere a los soldados que derrotaron a los musulmanes en Poitiers como “europeos” o “gentes de Europa”, designando así a la comunidad continental para distinguirla del mundo musulmán.
Las crónicas musulmanas del periodo omeya, como la de Al-Baladhuri, describen a los habitantes de Europa como pueblos guerreros, poco organizados y primitivos en comparación con la sofisticación de las grandes ciudades islámicas como Damasco o Bagdad.
“(los europeos eran) gentes bárbaras que habitan en las tierras frías y que viven en la ignorancia de la sabiduría” (Al-Masudi, Los prados de oro y las minas de piedras preciosas, 947)
Para los omeyas, los europeos eran, sobre todo, cristianos, seguidores de una fe contraria al Islam y, además, representaban una amenaza a su poder militar y a sus deseos de expansión territorial.
Ilustración 15. Mapa de la expansión del Califato Omeya. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/7/72/Map_of_expansion_of_Caliphate.svg/800px-Map_of_expansion_of_Caliphate.svg.png?20220827181650
Frente a estas descripciones en general despectivas y centradas en la barbarie y el desconocimiento científico de los europeos, algunos cronistas árabes también destacaban la bravura de los europeos en la batalla y la organización de sus sistemas feudales.
Esta dualidad en la percepción va a alumbrar toda la visión musulmana de Europa durante la Edad Media. El mundo musulmán oscilará entre el desprecio a Europa, un modo de reivindicarse también a sí mismo, y el descubrimiento de Europa como un espacio de negociación y enriquecimiento cultural mutuo.
Con la caída de los Omeyas y la creación del Califato Abasí (750-1258), la relación con Europa experimentó un cambio notable. Bagdad, capital del califato, se convirtió también en un centro intelectual. En la Casa de la Sabiduría, los intelectuales y filósofos musulmanes traducían textos griegos, persas y romanos al árabe. Esta labor contribuyó a la preservación de esos textos y permitió que fueran conocidos por los intelectuales europeos que, de este modo, integrarían el pasado grecolatino a la formación de la identidad europea.
Filósofos como Al-Farabi y Avicena desarrollaron una visión más compleja de Europa y de sus habitantes, gracias a que ellos mismos habitaban espacios europeos. Aunque la idea de superioridad cultural se mantiene, en las obras de estos científicos se reconoce a Europa como origen de una importante tradición filosófica y científica, aunque, según los pensadores musulmanes, los cristianos habían distorsionado las ideas originales y también la doctrina de Jesús.
Así, aunque el mundo musulmán consideraba a la Europa medieval como una tierra bárbara también la reconoce como una fuente de conocimiento valioso.
El contacto entre el mundo islámico y el mundo europeo cristiano se produce, de manera, especialmente intensa en la Península Ibérica. El Califato de Córdoba (929-1031), supone la presencia del mundo musulmán en Europa, pero también el contacto directo de éste con los reinos cristianos del norte y con los peregrinos europeos que viajaban a Santiago de Compostela.
Intelectuales andalusíes como Ibn Hazm y Al-Zahrawi recogen en sus escritos reflexiones sobre el conocimiento que llega del norte, aunque la visión de una Europa atrasada en cuestiones científicas y culturales se mantiene dentro del ideario musulmán.
Durante el reinado de Abderramán III, el comercio con los cristianos del norte aumentó, y la diplomacia permitió un intercambio de embajadas. Europa dejo de suponer sólo una amenaza militar para presentarse como una oportunidad comercial y una fuente de bienes, intercambios y conocimientos.
Los intelectuales andalusíes del Califato de Córdoba son un excelente ejemplo de cómo la percepción de Europa era, a la vez, crítica y apreciativa. En la Península Ibérica, la convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes facilitó un intercambio cultural y científico sin precedentes. El trabajo de estos intelectuales y sus tradiciones tuvieron un impacto fundamental en la creación del pensamiento europeo. Averrores (1126-1198), a través de sus comentarios sobre Aristótelés, influyó en el pensamiento europeo en la obra de Tomás de Aquino, ya que el escolasticismo medieval, que perseguía aunar la fe con la razón, tomó prestadas interpretaciones árabes de los textos griegos.
“El escolasticismo europeo debe su metodología y su base epistemológica a las tradiciones desarrolladas en las madrasas islámicas y transmitidas a través de Al-Andalus”. (George Makdisi, El auge de las universidades: instituciones de aprendizaje en el Islam y Occidente, 1990)
La percepción de Europa en el mundo islámico contribuyó a consolidar la identidad islámica, pero de igual modo, fomentó la consolidación de la identidad europea.
El contacto con el mundo islámico, una civilización con una religión contraria al Catolicismo que había desvirtuado las enseñanzas de Jesús y con un espíritu de expansión que ponía en peligro la integridad territorial de Europa, contribuyó a la unidad de Europa.
El contacto con el mundo islámico ayudo a los europeos a definirse en contraposición a una civilización avanzada y cosmopolita con la de Al-Ándalus contribuyendo a la creación de una identidad propia.
El choque entre Europa y el mundo islámico: las Cruzadas
El estallido de las Cruzadas en el siglo XI reforzaría la idea de unidad de la Cristiandad europea frente al enemigo exterior pero también transformaría radicalmente la imagen de Europa en el mundo islámico. La llamada del Papa Urbano II a la Primera Cruzada (1905) inauguró una serie de enfrentamientos militares que marcaron las relaciones entre el mundo islámico y Europa durante más de dos siglos.
Ilustración 16. Godofredo de Bouillon en el asalto a Jerusalen. Charles Verlat.
Museo de Bellas Artes de Bélgica
Para los musulmanes, los cruzados eran invasores bárbaros, belicosos y atrasados que encarnaban la idea que el mundo islámico tenía de Europa.
Cronistas musulmanes como Ibn al-Athir describieron a los cruzados como violentos, ignorantes y motivados por un fervor religioso irracional. La masacre de Jerusalén en el 1099, consolidó esta percepción negativa de los europeos como invasores bárbaros.
En las Cruzadas, los europeos aunados por el Papado y la idea de Cristiandad aunaron sus fuerzas frente al mundo islámico. Iniciadas a finales del siglo XI por iniciativa del papado, marcaron un periodo crítico entre el mundo islámico y Europa. Pero, además de suponer un conflicto armado, las Cruzadas se convirtieron también en una oportunidad para incrementar la relación e intercambio cultural entre ambos mundos.
Las crónicas de las Cruzadas, tanto de autores islámicos como europeos, fueron esenciales en la construcción de la identidad de ambos espacios. La literatura islámica frecuentemente desdeña y desprecia a los caballeros cristianos y a sus acciones, tachando a éstos de bárbaros e incivilizados.
Personajes como Saladino se convirtieron en símbolos de la resistencia islámica frente a los cruzados, pero también de unificación cultural e identidad musulmana frente a los invasores. Así, las crónicas escritas sobre Saladino destacan sus hazañas militares, pero también presentan a un gobernante ético que se esfuerza por tratar a los prisioneros con respeto.
A los ojos de los musulmanes, los cristianos, personificaban una Europa unificada por una causa común: la defensa de la cristiandad. Esto produjo un cambio en la concepción de Europa. Si antes el mundo islámico había considerado a Europa como un espacio políticamente fragmentado, ahora lo percibía como una fuerza cohesionada con un poder militar considerable.
Para los europeos, unificados por el Papado bajo una causa común que se sobreponía a fronteras, lenguas y diferencias culturales, en defesa de la Cristiandad, las Cruzadas facilitaron la consolidación de una identidad europea en oposición al mundo islámico, un proceso que se reflejó en el arte, la literatura y la política de la época.
Durante la Edad Media, la relación entre el mundo islámico y el mundo cristiano europeo fue compleja y multifacética, marcada por momentos de conflicto, pero, también por periodos de cooperación, intercambio cultural y progreso en diferentes áreas de conocimiento. Los enfrentamientos militares sirvieron para consolidar las identidades de ambos mundos frente a un enemigo exterior al que despreciaban por bárbaro y erróneo; los intercambios culturales, especialmente a través de Al-Andalus, contribuyeron, a su vez para trasladar conocimientos y técnicas entre ambos mundos. En este sentido fue especialmente importante la recuperación del pasado grecolatino europeo gracias a las traducciones árabes de los filósofos griegos y romanos del mundo clásico. Estas traducciones y sus interpretaciones tuvieron una profunda influencia sobre la escolástica europea y dejarían su impronta en el modo en el que los europeos se identifican a sí mismos y a sus raíces clásicas.
El redescubrimiento de los textos clásicos, que los musulmanes habían preservado y comentado, fue fundamental para el desarrollo del Renacimiento europeo. La relación bélica, a través de las Cruzadas y la Reconquista, ayudaron a definir la identidad europea en un contexto religioso y cultural.