4. Beatriz Sanjuán: leer como un bebé

A veces uno se da cuenta de lo más importante justo al final. Muchas veces. Casi siempre.

Mientras grababa los materiales para este curso, percibí claramente otra diferencia fundamental entre la perspectiva de un bebé y la mía, la adulta que estaba grabando: inserté un fragmento con la entrada de un cochecito en el local donde íbamos a reunirnos. Pero no puse las imágenes del coche, sino que paseé la cámara acostada en su interior, intentando capturar la mirada del pequeño, incluso lo que podía escuchar.

¿Os dais cuenta de la diferencia? No se parece mucho a la calle que está viendo su padre mientras tararea sin darse cuenta. Sus miradas no van en la misma dirección.

Este detalle puede parecer insignificante a la mayoría de los adultos. Por eso precisamente no entienden. Se pierden o infravaloran gran parte de la información que sus bebés quieren compartir. Cosas como la importancia de la luna, protagonista absoluta de su horizonte; la emoción de los aviones que atraviesan el cielo saludando y dibujando estelas; los sonidos inarticulados que todo lo envuelven; la aventura de los brazos que te permiten mirar en vertical…

La lista es interminable. En esta píldora final solo vamos a asomarnos a ella. Vamos a realizar un pequeño juego.

  1. TOMA UN LIBRO CUALQUIERA DE TU CASA. ¡Uno cualquiera! Si lees la información posterior, no funciona.
  2. TÍRALO AL SUELO. ¿Qué se estropea? El bebé no puede pensar en eso. Tira cualquier cosa que pongas en sus manos.
  3. SUJÉTALO POR UNA SOLA PÁGINA. ¿Qué se rasgaría? Eso es un aliciente para el bebé: un nuevo sonido. Haz la prueba rasgando lentamente un papel que no tenga ninguna importancia para ti. Repite la operación de rasgado varias veces, con papeles distintos.
  4. AHORA MÉTELO EN TU BOCA. Me apuesto algo a que no te atreves. El papel se deshace, está sucio, la tinta es tóxica, sabe mal… Razones absurdas e inimaginables para el bebé.
  5. ÁBRELO Y SOSTENLO EN VILO SOBRE TU CABEZA, CON LOS BRAZOS ESTIRADOS. ¿Desearías haber agarrado uno más pequeño? ¿Te cansas? ¿Y si se te cae en la cara?
  6. ABRÁZALO Y RUEDA SOBRE ÉL. A estas alturas has dejado de seguir mis instrucciones. Esta píldora es lo más estúpido que has visto en tu vida. Eres adulto y quieres volver a comportarte como tal.

Pero si fueses un bebé continuarías sin descanso “leyendo” así. Lo repetirías con toda concentración y sacarías conclusiones de todo lo que pasase. Entenderías a la perfección quién te da un libro como si fuese un chupete, un sonajero o una pelota: para que te calles.

Te lo meterías en la boca, pero se deshace y eso no es agradable, especialmente para quien te lo ha dado. Mejor el chupete.

Lo agitas, pero sólo suena cuando se rompe y eso no agrada a quien te lo ha dado. Mejor el sonajero.

Lo lanzas, pero no regresa y la gente se cansa de volverlo a poner en tus manos. Mejor la pelota.

También entenderías a la perfección si alguien lo abriese y se quedase a tu lado cantando y contando. Si cada vez que lo abriese, la voz permaneciera cantando y contando. Si pudieses recuperar esa voz cada vez que lo abrieses.

Mejor, el libro.