2. Acompañar en las emociones con los cuentos tradicionales

2.3. Atravesar las dificultades con la ayuda de los símbolos: el patito feo y el cisne

Seguramente conocéis bien al Patito Feo y a lo que representa este personaje de H. C. Andersen. Es un símbolo claro del niño que sufre, que se siente “desterrado” de su familia y que es obligado a alejarse de ella contra su voluntad. Todos los niños pasan por etapas o momentos donde sienten una fuerte sensación de separación de la familia, o donde sienten un miedo terrible a que esto ocurra.

El dolor infantil es siempre difícil de acompañar. Ningún adulto queda indiferente ante el sufrimiento de los niños y niñas. Por eso, en muchas ocasiones –con la mejor de las intenciones- apartamos al niño del dolor, o de lo que nosotros consideramos difícil, apartándole también de estar en contacto consigo mismo y de la posibilidad de aprender a gestionar ese dolor. El dolor no elaborado se convierte en un largo sufrimiento; muchos de nosotros hemos pasado por situaciones dolorosas, que se han convertido en traumáticas por no saber gestionar ese dolor.

Los héroes de los cuentos pasan por duras batallas antes de convertirse en alguien completo, feliz y valeroso. Todos ellos atraviesan dificultades y transitan por escenas en las que el miedo y el peligro son la única compañía. Ese debería ser nuestro objetivo con nuestros niños: que se conviertan en los héroes de su propia historia.

¿Cómo podemos acompañarles para que eso ocurra? ¿Qué podemos hacer para que incorporen recursos personales que les fortalezcan? ¿Cómo podemos educarles para que puedan afrontarse y elaborar el dolor, y no para que se pasen la vida huyendo de él? Una vez más, los cuentos contienen lo que el niño herido necesita: una imagen clara que simboliza todas sus emociones y le ayuda a elaborarlas. Muchos cuentos tradicionales tienen personajes que sufren, que libran duras batallas y pasan por momentos peligrosísimos. Esas escenas son las que van a resonar en el interior del niño, ya que a nivel emocional son muy similares al momento por el que puede transitar un niño herido.

Hablar del dolor ayuda a mitigarlo. Simbolizarlo ayuda a elaborarlo, y eso reconforta. Con las palabras podemos construir escenarios donde el niño pueda drenar su malestar y transformarlo progresivamente en aprendizaje. Estos pasos, que pretenden orientar una actitud del educador más que ofrecer una guía de intervención, pueden contribuir a establecer ese escenario sanador:

  1. Cuando entres en contacto con el dolor del niño, con su dificultad, mira qué te pasa a ti. ¿Desde qué personaje le estás acompañando? ¿Eres una ingenua Caperucita que pretende entretenerle para sacarle de ahí? ¿Eres un lobo herido y bajo ningún concepto vas a permitir que el dolor vuelva a rozarte? ¿Eres un héroe o heroína que confía en las posibilidades del niño mientras le ayuda a sostenerse en ese tramo del camino? ¿Cómo está de elaborado tu propio dolor?
  2. Déjale entrar en contacto con lo que sienta, sea lo que sea. No juzgues su dolor, su miedo, su dificultad; no intentes convencerlo de que “no hay para tanto”, de que “va, ya pasó” o de que lo que siente no es “bueno”. Ayúdale a estar en contacto con sus emociones, en ese espacio de contención que tú custodias. Mira más allá de su conducta, lee su mundo emocional, no su comportamiento. Llévale a lo que siente. Recuerda: es su historia, no gires la página hasta que él mismo lo haga, por dura que te resulte esta página. En los buenos cuentos nunca hay anestesia, los atolladeros son de verdad y es el protagonista el que los supera.
  3. Ayúdale a expresarlo, sugiérele palabras, invítale a dibujarlo, a manifestarlo en su cuerpo, a ponerlo en la piel de un personaje… Siempre sin forzar, respeta su intimidad y su ritmo. Insisto: es su historia, y él o ella debería ser el protagonista.
  4. Muéstrale que estás a su lado, que confías en él, que tienes esperanza en un futuro; háblale de tu comprensión, de aquel personaje que una vez se sintió igual que él, etc… Cuéntale una historia (la suya) que le conecte con un final ilusionante. Ayúdale a incorporar la idea de que, pase lo que pase, saldrá adelante como un verdadero héroe. Si el Patito Feo hubiera perdido la esperanza, jamás se hubiese convertido en un bello cisne querido y admirado por todos.