3. Hablando de libros

3.4. ¿Qué nos hace falta para ser felices?

 

El siguiente diálogo del que vamos a ser testigos corresponde a una sesión de filosofía con niños de 5 a 8 años en una librería de Madrid, en el contexto de una serie de cuatro talleres de diálogo a partir de literatura infantil. Fijaos en la diferencia entre los niños de 3 años y los de 5-8 años.


Extracto de transcripción de la sesión

En este caso es un diálogo que se dio después de leer el libro y de decidir que una de las preguntas interesantes que querían plantear los niños era: ¿qué nos hace falta para ser felices?

¿Qué nos hace falta para ser felices?

Juan ha levantado la mano para decir que a él le hace falta comer.

Para ser felices hace falta comer, no tener hambre.

Manuel ha dicho que a él lo que le hace falta para ser feliz es morir e ir a Disneyland Paris. Le hemos preguntado que en qué orden le gustaría hacerlo, pero ha tenido un momento de duda.

Juan ha dicho que su día perfecto sería un día sin cole. Hemos preguntado a quién más le haría feliz no tener cole y muchísimos hemos levantado la mano. Carolina ha añadido que a ella le haría feliz no tener natación. También con la natación el acuerdo ha sido generalizado.

¿Por qué es mejor un día sin cole que un día con cole? Nacho ha dicho que en el cole hay que trabajar mucho y los recreos son muy cortos. A Juan no le gusta ir al cole porque le aburre.

En cambio, Jaime ha dicho que a él sí le gusta ir al cole. Ha dicho que le gusta ir al patio. Hemos preguntado si nos gustaría que el recreo fuera más largo y a Jaime le ha parecido buena idea.

David ha dicho que a él le gusta ir al cole, pero que a veces por la mañana le da mucha pereza. Raúl ha dicho que tienen que dar clase de inglés. Y alguien más ha dicho que el rollo es que no tenemos ni un momento para relajarnos en todo el día.

Parte de nuestra felicidad, entonces, tiene que ver con no trabajar, o con estar relajados. Parece que estamos más felices cuando estamos relajados.

Juan ha añadido otra cosa que le parece importante para la felicidad: que no existieran los virus.

Nacho ha dicho que a él le gustaría vivir en el paraíso. Juan se ha quejado de que Nacho "solo está hablando de cosas de hadas". ¿El paraíso es de hadas? A Juan le parece que sí, pero Nacho no está de acuerdo. Raúl ha exclamado que también existe el paraíso tropical y que eso no es de hadas.

¿Qué es el paraíso? Una playa con muchos animales y con muchos árboles, ha dicho alguien. Un sitio perfecto, ha dicho David.

¿El sitio perfecto es igual para todo el mundo?

Bárbara ha dicho que su sitio favorito, su paraíso, es su casa, para jugar todo el día en la tablet.

Manuel ha dicho que su paraíso es Disneyland Paris. Hemos preguntado si ha ido a su paraíso. Manuel sí, y su hermana Marisa también. Nos ha contado que durmieron en una cabaña donde había un grillo que no les dejó dormir un pelo.

Olga ha dicho que su paraíso es su pueblo, porque hay una pradera muy grande y cuando nieva se tiran por la pradera. ¿Nos da más felicidad la pradera abierta que la ciudad? A Olga le parece que sí. ¿Por qué? Pues porque le hace sentir como un perro.

Juan ha querido hablar de su lugar perfecto: la muerte. Le hemos pedido que nos describa la muerte. Estaría rodeado por el león y por muchos felinos y puedes comer y hacer todo lo que quieras. Después de la muerte hay una vida maravillosa, según piensa Juan.

Luego Carolina le ha preguntado: ¿pero qué pasa si se muere tu madre? ¿y tu padre? ¿y tu familia? Pues no me enteraría porque estaría en el fin del mundo, ha dicho Juan. Pero Carolina ha insistido y ha refinado su pregunta: pero si toda tu familia se muriese y tú estuvieses vivo, ¿qué pasaría? Juan: pues me buscaría la vida.

Entonces Manuel ha declarado: ¡a mí me gusta la libertad! ¡y a mí! ¡y a mí! Hemos preguntado a Manuel qué es la libertad. Su definición: que no tengas que hacer nada y estar haciendo lo que te dé la gana.

Carolina ha dicho que a ella le gustaría dormir todas las mañanas de colegio, porque siempre le cuesta mucho levantarse. Como esta mañana, que se tuvo que levantar y meter en la ducha, pero estaba medio dormida.

Entonces, algunas de las cosas que necesitamos para ser feliz son comer bien, no trabajar mucho, dormir más, tener más libertad, estar relajados […y el diálogo continuó].

  

Comentario

A estas edades se siguen yendo mucho por las ramas, y empiezan a haber provocaciones al adulto (con menciones a la muerte, para asustar). En parte estas provocaciones se deben a que están poniendo a prueba el diálogo. ¿De verdad que podamos decir todo lo que pensamos? Sí, pero como vemos, no solo el adulto sino otros compañeros van a empezar a exigir coherencia. Carolina le exige a Juan que explique bien y que piense en todas las consecuencias de lo que está diciendo. Se dan también intentos de definir con precisión los conceptos, como vemos en el intercambio acerca del concepto de paraíso.

En este caso, el diálogo sobre el libro se tuvo antes y se centró especialmente en el tema del cambio y de la identidad (como podréis oír/leer en el siguiente apartado), pero me ha parecido interesante compartir primero su diálogo sobre la felicidad para comparar con el del anterior grupo de edad. De nuevo, aquí la sensación de estar reunidos en torno a una pregunta, a tratar de definir un concepto, a la construcción conjunta de una posible lista de cosas que nos hacen felices, es clave. Y el libro sigue estando en el centro, aunque la conversación ya salió del libro y se metió en nuestras vidas.

Comentario sobre las conversaciones

En el apartado anterior sobre Lectura compartida observamos muchas formas de compartir lecturas, y muchas formas también de hablar sobre lecturas. En algunas de estas formas, el foco está puesto sobre la historia; en otras sobre el lenguaje, en otras sobre la sonoridad y las repeticiones que nos acabamos aprendiendo de memoria, como una canción. En este caso, el foco está puesto en el diálogo al que da pie la historia.

Es habitual y gustoso charlar sobre un libro durante o después de su lectura. No es tan habitual mantener un diálogo más o menos ordenado, donde el foco esté puesto en las preguntas y reflexiones que pueden surgir a partir de una lectura o en torno a ella.

Quiero dejar bien claro que no estoy sugiriendo que a partir de ahora leamos todos los libros así y los sometamos a un análisis minucioso posterior, con un diálogo filosófico sobre todo lo que nos suscite. Defiendo que, por encima de todo, la lectura debe realizarse principalmente por el disfrute mismo que proporciona.

Sin embargo, sí pienso que hay también un lugar para este otro tipo de lectura, que con más o menos orden y más o menos rigor recoja las preguntas de los niños y las tome en serio. Y sí pienso que es beneficioso, de vez en cuando, pararse a mirar, pararse a pensar y pararse a dialogar. La literatura es una buenísima oportunidad para hacerlo.

Puedes leer más sobre El camaleón camaleónico aquí.

Para leer o escuchar más diálogos infantiles a partir de literatura puedes visitar Filosofía a la de tres y Filosofía de cuento