4. ¿En qué piensan los niños cuando leen?

4.2. Lectura: La pequeña Ana

En el libro La pequeña Ana, de Komako Sakai, editado por Corimbo, una niña se levanta en mitad de la noche y tiene una aventura silenciosa. Cuando Ana se da cuenta de que todos los demás duermen, la niña se toma una serie de pequeñas libertades: da de comer al gato, come unas cerezas de la nevera y juega con cuidado con los juguetes de su hermana. Sentimos la quietud y el silencio de una casa durmiente y la emoción de la experiencia de estar ‘sola’ por primera vez; de tener la autonomía para poder transgredir algunas pequeñas normas y devolverlo todo a su sitio antes de que los demás se den cuenta. Finalmente, Ana se vuelve a quedar dormida, junto a su gatito, al lado de su hermana.

El libro nos sumerge en una experiencia desde el punto de vista de una niña, de un niño: una experiencia con principio, mitad y fin y con sitio para que el lector lea, piense, lo haga suyo.

El mundo de los libros así es un mundo surgido de la observación de niños en el mundo, pero que reconoce al niño y al lector infantil como actor en el mundo y, esto es muy importante, como observador del mundo y de su experiencia en el mundo. Como pensador y como pensador activo y por tanto relativamente impredecible.

Y en cambio, si prestamos atención a la influencia que a veces parece asumirse que tiene la literatura en los niños, al poder que parece asignarse a la literatura como herramienta para forjar o pervertir el carácter, por ejemplo, se desprende un modelo de relación niño-libro a veces mecánico-mágica, a veces casi médica, casi siempre homogénea y pocas veces sutil. Es un modelo de lector meramente reactivo o, peor, pasivo, al que se le dan cosas y que toma cosas, o las recibe, sin más.

Para pensar un poco sobre esto, es útil observar a niños leyendo. ¿En qué piensan? ¿A dónde miran? ¿A qué atienden?

Y es también interesante ver las diferencias entre la atención de los niños cuando leen libros infantiles y la de los adultos cuando leen libros infantiles.