4. ¿En qué piensan los niños cuando leen?

4.3. Lectura: Al otro lado

Yo llevo ya muchos años leyendo literatura infantil con niños y pensando en libros y en el mundo a partir de los libros, con niños.
Me gustaría que me acompañarais en varias lecturas y que, en primer lugar, simplemente escuchéis y miréis mientras las leo y prestéis atención de todos los pensamientos que os suscitan a vosotros. Después, imaginaremos por un breve momento los pensamientos que podrían suscitar en lectores infantiles. Y luego, compartiré algunas miradas, pensamientos y reflexiones de niños que he presenciado a lo largo de estos años a partir de estos libros.

Al otro lado
Cuando Papá estaba en el mar y Mamá bajo la pérgola, Aida tocaba su cuerno mágico para arrullar al bebé, pero no miraba nunca.

Entonces llegaron los duendes. Entraron a la fuerza, se llevaron al bebé y dejaron otro de hielo en su lugar.

La pobre Aida, sin darse cuenta, lo abrazó y susurró: ¡cuánto te quiero!

Pero el trozo de hielo solo miraba y goteaba, y Aida, fuera de sí, supo que los duendes habían estado allí.

¡Mi hermana! -gritó- ¡La han raptado


para casarla con un duende malvado!

Entonces, Aida, a toda prisa,

se visitó la capa amarilla de su madre,

guardó bien su cuerno en el bolsillo,

y cometió un gravísimo error.

Salió del revés por la ventana, al otro lado.

La imprudente Aida, que no miraba nunca,

no encontraba las cuevas de los ladrones,

hasta que le llegó, desde alta mar,

el canto de su padre marinero:

“Aida, estás volando al revés.

¡date la vuelta de una vez!

Cautívalos con tus aires musicales

y detendrás las fiestas nupciales”.

Así que Aida se giró, cayó del derecho

y de golpe se vio en medio de una boda.

¡Ay! ¡Cómo gritaban y pataleaban los duendes!

¡Todos eran bebés, como su hermana!

¡Qué jolgorio! Dijo la astuta Aida.

Y los hechizó con el encanto de su melodía.

Los duendes bailaron sin poderlo evitar, primero a paso lento, luego a un ritmo infernal, hasta que ya apenas podían respirar.

¡Eres mala, Aida! Dijeron los duendes,

nos marea tanto baile y nos queremos acostar.

Pero Aida tocó una melodía endiablada, un canto de sirena de los que enloquecen a los marineros bajo la luz de la luna.

Los duendes bailaron tan feroces, giraron tan veloces que, atrapados por su propio remolino, acabaron convertidos en arroyo.

Excepto uno, que se quedó muy tranquilo, sentado en una cáscara de huevo, cantando y dando palmas como hacen los bebés. Era la hermana de Aida.

Entonces Aida, feliz, la abrazó con fuerza y siguió el curso del arroyo que recorría, como un camino, el ancho prado.

Y subió colina arriba hasta llegar junto a su madre que la esperaba bajo la pérgola con una carta de su padre, que decía:

"Algún día volveré, pero hasta entonces

te pido, mi pequeña y valiente Aida,

que cuides a tu hermana y a mamá.

Tu papá, que siempre te querrá”.

Y eso fue exactamente lo que hizo Aida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Durante la lectura de Al otro lado, vosotros como lectores, lectoras, habréis pensado en varias cosas, habréis llevado la vista a determinados lugares, la mente a otros. Habréis pensado algunas cosas, quizás os hayáis preguntado otras.


Me gustaría hacer un ejercicio en dos partes y que lo compartiéramos en el foro de las emociones, en el hilo "Donde la lectura nos lleva".