3. ¿Cómo seleccionamos?

3.1. Recomendaciones para una buena elección

Estamos rodeados de nuevas propuestas en papel y en digital que componen una oferta híbrida e interconectada. Sin embargo, la clave en la promoción del gusto por la lectura y del hábito lector antes y hoy, en soporte impreso y en soporte digital, sigue siendo la misma: rodearse de buenas lecturas. Y para ello es fundamental entender la labor de selección como un proceso de análisis, de reflexión y de toma de decisiones.

Seleccionar lecturas no admite la voz pasiva, requiere tomar una actitud activa y selectiva, porque no todos los materiales que componen la producción editorial tienen el mismo valor ni responden en el mismo grado a las necesidades de lectura o de información de todos los lectores potenciales. Bajo apariencias similares se pueden encontrar prestaciones muy diversas y contenidos tratados con niveles de rigor muy distintos, afirmación que cobra mayor sentido en el contexto de la edición digital y de los contenidos publicados en Internet.

En un contexto de amplio crecimiento de la oferta, es fundamental aportar un valor añadido a la selección asignando grados de valor diferenciales entre los materiales, estableciendo diferencias entre:

  • los fiables y aquellos que contienen errores;
  • los que se proponen informar y los que pretenden crear o modificar opinión;
  • los que aportan valor en su estética o contenido y los que carecen de esta dimensión…

Se trata, en definitiva, de trazar lindes entre los materiales de lectura que presentan buena factura y aquellos descuidados e inconsistentes, teniendo en cuenta también su adecuación al formato o canal de acceso de cada uno de ellos.

Hay muchas razones, de índole cualitativa unas y cuantitativa otras, de carácter general o particulares en cada caso, con origen dentro o fuera de un contexto, proyecto o servicio de lectura determinado. Lo importante, en todo caso, es que nuestra elección sea consciente tanto del “producto” que tenemos entre manos como de la “necesidad” que pretendemos cubrir con él. Así, antes de poner en marcha el proceso de análisis y selección debemos crear una escala de medida y, en el caso de los mediadores profesionales, unos procedimientos que unifiquen la mirada y la forma de proceder de todo el personal que intervenga en esta tarea, que permitan estimar el valor de las obras.

En este curso, en el que estamos centrando la mirada en la prescripción de contenidos digitales, veamos una relación de los criterios que pueden guiar el análisis y la selección conforme a la edad y las competencias de los destinatarios. Y que son (y si no lo son, deberían serlo) la base de la prescripción en el ámbito familiar y profesional.

 

 

Cuando nos enfrentamos a un contenido digital (un eBook, una app de lectura o un libro app…), nuestra primera recomendación es echarle un primer vistazo al contenido para ir tomándole el pulso a la propuesta. Y, una vez hemos realizado esa primera aproximación, volver a ella e ir revisando uno a uno diferentes aspectos que enunciamos a continuación.

Veremos que muchos de los criterios que se utilizan en el análisis y selección de este tipo de materiales son los que tenemos presentes cuando abordamos materiales de lectura en formato impreso. Otros, en cambio, son aspectos más propios, específicos de las propuestas de lectura en soporte digital.

La primera apreciación es fácil que esté relacionada con el contenido en términos generales: el tema, su originalidad, su interés y su adecuación en relación con el lector-usuario para el que ha sido concebida la propuesta, su planteamiento y su enfoque también teniendo presente, de nuevo, al lector-usuario.

También se habrán de analizar sus elementos constitutivos: texto, imagen (estática y en movimiento), audio (narración, efectos de sonido, banda sonora), elementos interactivos, propuestas de gamificación… Y valoraremos su calidad de forma independiente, pero también la relación que establecen entre ellos en el entorno del eBook, la app…

En el caso de las apps de lectura, además, puede tenerse en cuenta la cantidad y variedad de temas, géneros y tipologías de contenido, así como el ritmo de incorporación de nuevos títulos. Por otra parte, en el caso de que el contenido sea de no ficción se habrán de medir la claridad y la objetividad en el tratamiento del tema, si está actualizado.

Otro aspecto en el que poner la mirada es la organización de los contenidos y, consecuentemente, su visualización dentro del entorno del producto. Es importante que se facilite al lector-usuario la navegación. Por ello, puede ser de interés que se favorezca la accesibilidad al contenido a través de una o varias herramientas de búsqueda, con o sin conexión a Internet.

En el caso de las apps de lectura, además, es interesante que incorporen opciones de personalización para la organización del contenido, por ejemplo, en carpetas, para que los lectores-usuario autónomos puedan categorizar el contenido en función de sus gustos, intereses y necesidades. Incluso, que permitan eliminar y restaurar contenidos en función de los intereses del lector-usuario.

Siguiendo con las opciones de personalización, un aspecto en el que tienen un amplio espectro de posibilidades las propuestas digitales, podemos considerar también las posibilidades de personalizar los aspectos formales del texto, del audio, del vídeo y de la animación.

En el caso del texto, el tipo y el tamaño de letra, los ajustes de brillo y fondo de pantalla, la lectura a una o a doble página…, incluso, la disponibilidad de lectura en varios idiomas o variantes idiomáticas. En el caso del audio, la elección de narrador, la grabación personalizada de la historia, los efectos de audio o banda sonora. Y en el caso del vídeo y de la animación, su activación automática o no.

Las funcionalidades relativas a la búsqueda de palabras o la incorporación de anotaciones son de interés con lectores-usuario más autónomos (no serían aplicables en las primeras edades). En las edades más avanzadas también se pueden valorar las posibilidades de interacción con los contenidos que permitan a los lectores compartir lecturas, comentarlas, etc. En cualquier caso, se habrá de comprobar la adecuación y el nivel de dificultad de este tipo de acciones.

Otro aspecto, por lo general, diferencial de los contenidos digitales (aunque no exclusivo) en el que poner la mirar es la interactividad. Por ello es conveniente comprobar si el contenido digital es interactivo y los niveles de interactividad que brinda al lector-usuario: si es residual o si permite al lector actuar y participar como un personaje más de la historia y tomar decisiones en el proceso de lectura. Algo que, como el resto de aspectos, tendremos que valorar en función del usuario y las habilidades que se le imaginen.

También podemos echar un vistazo a los créditos, que en este tipo de contenidos se multiplican exponencialmente (autor, ilustrador, diseñador, desarrollador, compositor…). En algunos casos puede ser una información significativa, especialmente cuando el mediador cuente con cierta trayectoria en el análisis y selección de contenidos digitales. Significativo es, en cualquier caso, que se incluyan, aunque a la persona que esté haciendo el análisis no le diga mucho de primeras.

También puede dar pistas la fecha de creación y las de las diferentes versiones de la herramienta, si las hubiera. Por ejemplo, una app que lleve tiempo en el mercado puede ser sinónimo de éxito, al igual que una app que lleve a sus espaldas múltiples actualizaciones que, además, pueden estar mostrando la preocupación de su desarrollador por optimizar su propuesta.

Una vez valorado el contenido, es clave abordar aspectos como la ergonomía y tener en cuenta todos los elementos que pueden favorecer la visualización del contenido digital de una forma sencilla y clara: el tamaño y el tipo de letra, el contraste de la letra con el fondo, el uso del color, la colocación de los diferentes elementos e iconos dentro de la página, la claridad de las imágenes, la utilización de botones fáciles de identificar, etc.

Y, junto a la ergonomía, también habremos de valorar la usabilidad y determinar el grado en el que los usuarios-lectores interactúan con el dispositivo y el contenido digital de manera eficiente e intuitiva. Una característica que está relacionada con la facilidad de uso, con la rapidez con la que se puede aprender a utilizar y con el grado en el que su diseño facilita su manejo. Este parámetro está directamente relacionado con la accesibilidad y la ergonomía, pero también con la velocidad de apertura del contenido, la navegación.

Muy importante en relación con el público que nos atiende son los aspectos relativos a la seguridad, la confidencialidadla privacidad. Así, habremos de valorar que incluya funcionalidades de control parental o bloqueo de compras dentro de los servicios o herramientas de acceso a contenidos digitales, o que las claves de acceso sean acordes a la edad del usuario.

Además, los servicios o herramientas de acceso a contenidos digitales para menores deben cumplir las diferentes leyes vigentes en cada país de origen sobre protección de datos, garantizar la confidencialidad de sus usuarios-lectores y proteger la privacidad de la información ofrecida por ellos, datos que deben aparecer de una forma clara y explícita en el producto.

Es necesario comprobar qué datos se solicitan y cuáles se recogen de forma automática (dirección IP, identificación del dispositivo…), y el uso de esos datos. Los servicios o herramientas de acceso a contenidos digitales para menores no deben solicitar ningún tipo de información personal de los menores para activar su funcionamiento, mucho menos sin el consentimiento de un adulto responsable.

Otros aspectos a tener en cuenta de cara a la selección son la disponibilidad y las cuestiones relativas a la adquisición. En relación con la primera, habremos de valorar el nivel de acceso al contenido: su disponibilidad para diferentes sistemas operativos... También se puede valorar positivamente que esté disponible en diferentes tiendas, idiomas (de uso del servicio o herramienta), que sea fácilmente localizable (por título, icono). Todo ello amplía el espectro de lectores potenciales.

En cuanto a la adquisición, más allá del precio hay que analizar la forma de adquisición del contenido y determinar si es adecuada: venta unitaria, bundle, suscripción (mensual, anual), gratis (con publicidad, sin publicidad, versión lite). Son especialmente valorables las propuestas que ofrecen diferentes opciones y permiten elegir al usuario en función de sus intereses y necesidades concretos.

También se pueden tener presentes, aunque con todas las reservas puesto que no constituyen indicadores de calidad, la popularidad del contenido (elevado número de descargas, buena puntuación en base a un buen número de valoraciones, comentarios positivos de los usuarios…) y el reconocimiento (premios, sellos de calidad).

Una vez analizados estos parámetros, se puede hacer una suma y ver cuál sería la valoración del contenido digital en función de ella. No se puede rechazar una propuesta porque flaquee en algún aspecto (salvo que se trate de una cuestión mayor). Además, no siempre podremos utilizar los mismos criterios. Y, por último, por encima de todo, se ha de tener presente la edad de los lectores-usuario para los que ha sido creado el contenido, sus gustos, sus intereses y sus habilidades.

Si tenemos en cuenta el elevado número de contenidos digitales disponibles en el mercado y su crecimiento exponencial, el análisis y la selección de propuestas de calidad se hacen cada vez más necesarios para motivar a los niños y jóvenes en la lectura digital, fomentar el hábito lector en los nuevos soportes y desarrollar sus habilidades como lectores del siglo XXI.