2.A. La voz y la palabra en la primera infancia

Sitio: Aula Virtual de Formación en línea (ISMIE)
Curso: Leer antes de leer
Libro: 2.A. La voz y la palabra en la primera infancia
Imprimido por: Invitado
Día: jueves, 28 de marzo de 2024, 14:18

1. Tiempo para leer

El contenido se estructura en dos apartados, cada uno de ellos organizado en tres epígrafes.

1. Nacer en la voz
Leer en la primera infancia es aprehender el mundo a través de la Voz. El proceso es indivisible del conocimiento empírico de la realidad. Y ambos aprendizajes se inician antes de nacer y tienen su desarrollo más intenso durante los primeros años de vida.

Destacaremos tres aspectos sobre los que se construye ese proceso y que están especialmente presentes en los textos de folklore infantil (nanas, retahílas, jitanjáforas, juegos de falda y canciones que recorren el esquema corporal, etc.).

INTENCIÓN
¿Qué busca y qué percibe el ser humano en la voz? Los mensajes artísticos envuelven las acciones cotidianas de supervivencia. “Cantamos” mientras procuramos al bebé el soporte básico para la vida: alimento, calor, descanso. Con ello ambos, el recién nacido y el adulto que lo acoge, afirman su voluntad (y necesidad) de vivir más allá de lo físico, de lo presente y de lo productivo. Se suman al pacto de la especie para perdurar más allá del individuo y pertenecer a una colectividad.

TONO
Es el elemento fundamental sobre el que descansa la transmisión de la intención. El adulto adapta todo su discurso, incluido el abiertamente funcional, a ese tono que lo hace indispensable para el bebé, sea cual sea su contenido.

RITMO
Es el elemento que retoma para la comunicación la estructura creada por la experiencia prenatal, donde fundamentalmente el latido, pero también la respiración, el discurrir de los fluidos corporales, los movimientos de la marcha, etc., ordenan los datos acumulados en un hilo continuo que permite adelantarse a las nuevas experiencias: predecir mensajes y preparar respuestas, pero dentro de una interacción de juego y no de “retribución” o “entrenamiento”. 

 
2. Crecer en la voz
Sobre esta base clara de comunicación afectiva, de interacción gratuita (desinteresada, contemplativa), el niño puede asentar otro tipo de conocimiento, del mundo y de sí mismo, donde no solo tiene sentido plantearse el lugar de cada uno, sino que además tiene importancia. 

SECUENCIA
A medida que la experiencia se amplía, crea peldaños conceptuales sobre los que afianzamos nuestro avance en el conocimiento del mundo. Esos engranajes requieren métodos de organización complementarios a los del canto, que puedan integrar tanto la razón como la emoción en la historia que construimos acerca de nosotros mismos.

IDENTIFICACIÓN
Permite reconocer y ampliar nuestra experiencia por la del otro. Es más, a través de nuestra respuesta afectiva reconfigura el universal literario: los temas, las estructuras, las figuras retóricas son ratificadas o no por los receptores.

SÍMBOLO
Del mismo modo que la experiencia repetida de dejar caer un objeto construye en el bebé un concepto de cómo funciona la física del mundo, y el hito histórico de medir esas experiencias y extraer conclusiones da lugar a una ley de la gravedad que condensa ese aprendizaje, los símbolos recogen experiencias psicológicas, reconocibles a través de innumerables relatos, y las formulan en un signo colectivo.

Beatriz Sanjuán es especialista en promoción de la lectura y literatura infantil. Desde 1994 ha realizado programas de formación lectora con diversos organismos públicos y privados. Algunos proyectos destacados son Escalera de libros -talleres de lectura compartida para bebés y familias-, Mil formas de leer y de contar –proyecto de lectura y creación en centros escolares-, Todo el mundo cuenta –ciclos para diversos ayuntamientos- e Itinerarios de lectura –propuestas docentes y de selección para profesorado de todos los niveles educativos. Dirige la empresa VIA LIBRI y forma parte del equipo TresBrujas, junto con Lara Meana y Olalla H. Ranz.


2. Nacer en la voz


Leer en la primera infancia es aprehender el mundo a través de la voz. Ya antes de nacer el ser humano escucha y reacciona ante ese sonido único y el torrente de emociones al que va asociado. Y una vez nacido, separado del cuerpo de la madre que ha sido hasta entonces su universo, necesita el vínculo capaz de contactar con él por encima de la distancia que impone la nueva existencia. Vamos a seguir su relación con esa voz, afectiva y gratuita. Vamos a diferenciarla de otras necesidades que parecen más acuciantes pero que, vistas desde la óptica del niño, descubriremos que no tienen fuerza suficiente para invitarlo a sobrevivir y construir su identidad.

Vamos a leer con tu bebé.

Un niño no es un programa

En cada evolución lectora se combinan múltiples aspectos (sensoriales, psicomotrices, cognitivos, educacionales, afectivos…) que la hacen única e irrepetible. Acotar las etapas por edades, así como avanzar por ellas de forma aislada, sería tanto una falta de respeto como de comprensión. Sin embargo, podemos constatar momentos muy similares por los que hemos visto pasar a cientos de pequeños lectores que han confiado en nosotros para entablar una relación a través de los libros y la transmisión literaria.

Intentaremos describirlos como fases de una misma construcción, que permanecerá como un todo en crecimiento durante la vida entera. Esperamos que os resulte una guía útil y sencilla como mediadores que acompañan este proceso, ya sea en casa o en el ámbito educativo.

2.1. Reconocimiento de la voz y la intención

Nos asomamos a una sesión con familias para reflexionar sobre esos primeros momentos de comunicación literaria.

  • ¿Cómo son nuestra primeras lecturas?
  • ¿Cuándo se producen y cuáles son sus claves?


¿Qué busca y qué percibe el ser humano en la voz? Los mensajes artísticos envuelven las acciones cotidianas de supervivencia. “Cantamos” mientras procuramos al bebé el soporte básico para la vida: alimento, calor, descanso. Con ello ambos, el recién nacido y el adulto que lo acoge, afirman su voluntad (y necesidad) de vivir más allá de lo físico, de lo presente y de lo productivo. Se suman al pacto de la especie para perdurar más allá del individuo y pertenecer a una colectividad.

Por eso, las primeras lecturas con el bebé suponen el encuentro con la voz como vehículo de transmisión literaria. También abarcan desde el primer contacto con el libro como objeto hasta su asimilación como portador de esa misma transmisión, pero siempre en un segundo plano de importancia: es el contenido lo que hace el libro.

 

Reconocer la VOZ LITERARIA

 
LA AVENTURA DE OÍR 
Ana Pelegrín
Madrid, Anaya 2004
Disponible encervantesvirtual.com

Desde su nacimiento, el bebé aprende a diferenciar la calidad, el tono, la cadencia y, sobre todo, la intención de nuestra voz. Los padres son el primer libro del recién nacido; y las nanas, juegos y retahílas, sus primeras y necesarias lecturas, con las que se comunican el placer de estar juntos, la pertenencia al grupo familiar (independientemente de la estructura que tenga), la gratuidad de la recepción.

“La literatura oral es una forma básica, un modo literario esencial en la vida del  niño pequeño, porque la palabra está impregnada de afectividad. El cuento, la lírica, el romance, construyen el mundo auditivo-literario del niño, le incorporan vivencialmente a una cultura que le pertenece, le hacen partícipe de una creación colectiva, le otorgan signos de identidad."


Reconocer EL OBJETO – LIBRO

 
LIBROS DE TELA
Retahílo Ediciones
www.retahiloediciones.com

Como sucede con todos los objetos que lo rodean, el niño explorará los libros si le facilitamos esa experiencia. Rasgar, chupar o golpear serán sus primeras actividades, para las que resultan muy útiles los libros de tela y baño; pero también es necesario que manipule en vuestra compañía ejemplares en papel, que le darán una idea más real de sus características: paginación, encuadernación, disposición del texto y las imágenes… Poco a poco, la superación de la mera percepción material le permitirá centrarse en el contenido.

 

Reconocer LA COMUNICACIÓN LITERARIA

Tanto la voz como el objeto impreso son considerados lectura en su calidad de medios transmisores de un contenido lingüístico que representa simbólicamente la realidad (“La adquisición de sistemas simbólicos es tan veloz desde el nacimiento que se ha aludido a ello como una prueba de la capacidad innata de simbolización de la especie humana”).

 
PERRO TIENE SED
Satoshi Kitamura
Anaya, 1996

A lo largo de toda la etapa infantil (0 – 6 años) “se produce un progreso gradual en el conocimiento sobre las características formales de las historias, que incluye dos líneas esenciales: qué ocurre y de quién hablamos, es decir, la adquisición del esquema narrativo y el desarrollo de las expectativas sobre los personajes”.

Al inicio de su adquisición de la estructura narrativa, “los niños y niñas se dan por satisfechos con reconocer y nombrar el contenido de las imágenes y ven las historias en términos de episodios desconectados.” (Citas de Teresa Colomer, Andar entre libros, México, Fondo de Cultura Económica, 2005)

Las características fundamentales que han de tener las lecturas narrativas que proporcionamos al niño han de ser las siguientes: la existencia de un personaje que centre su identificación y una perfecta secuenciación, clara y comprensible desde la experiencia del niño, es decir, no basada en conceptos ajenos a esta (como, por ejemplo, las series numeradas o alfabéticas que tanto abundan en libros de tela y baño, y que resultan totalmente incomprensibles para un bebé).

 
EL LIBRO DEL INVIERNO
Rotraut Suzanne Berner
Anaya, 2004

La secuencia es una relación lógica entre las partes del discurso. Para un bebé puede descansar simplemente en el juego con los sonidos, aunque no tenga significado aparente, siempre que sostenga un juego corporal, una interacción poética o musical, o cualquier hilo similar de llamada-respuesta. Pero en el hilo narrativo se suele estructurar en torno al personaje y seguir sus acciones hasta un final satisfactorio: la solución de un conflicto o necesidad.

La lectura de imágenes y el juego creativo con las mismas son importantes en una época como la actual, caracterizada por la comunicación audiovisual. “La formación de lectores polivalentes y con criterio apunta a la necesidad de trabajar la gramática de la imagen con métodos sistematizados que nos enseñen, desde bien pequeños, a ver y no solo a mirar.” [1] Para ello disponemos de álbumes [2] de gran calidad, algunos sin ninguna presencia de texto, y de universos de papel que nos permiten alcanzar en una sola página todas las interesantes historias que atraen la atención de nuestro bebé cuando pasea.

El primer contacto con la poesía a través del libro está ligado al juego, el ritmo, el baile. Podemos acompañar con imágenes festivas y cotidianas las rimas y juegos populares, pero también arropar su entrada en el sueño con el suave recitado de nanas y poemas.

“La singularidad del teatro frente a los otros géneros radica en que a la expresión lingüística hay que añadir otros recursos que resumimos en la expresión corporal, la expresión plástica y la expresión rítmico – musical.” [3]

Podríamos llamar al teatro “la lectura encarnada”, la que adquiere cuerpo y vida ante el espectador. Si bien encontraremos en los libros pocas obras de teatro para niños, es en cierto modo el género que más vamos a frecuentar con ellos: la lectura en la infancia es sobre todo una lectura compartida y nosotros, los mediadores, le ponemos la voz, el gesto y el ritmo, contribuyendo a dar forma a su imaginario (junto a la importantísima labor de los ilustradores) y su voz interior. Así mismo, les proporcionamos variados recursos para que ellos mismos se hagan, poco a poco, cargo de la acción y la transmisión.

En el momento inicial del proceso lector, el niño está inmerso en el reconocimiento de su propio cuerpo. En este sentido, sus primeras dramatizaciones serán los juegos de regazo y de calle, y sus primeros textos teatrales los libros – juego y manipulables.

Lectura relacionada

 
CINCO PATITOS 
Margarita del Mazo y Cecilia Moreno
Jaguar 2016

  

[1] Teresa Corchete. Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

[2] El álbum ilustrado o libro – álbum es el género que más abunda en la selección que vamos a manejar. Se caracteriza por el hecho de que la reconstrucción del significado de la obra ha de realizarse a partir del texto y la ilustración, como conjunto indivisible secuenciado a través de un ritmo de página o doble página. Citaremos como ejemplo el libro Cambios, del autor Anthony Browne (México: Fondo de Cultura Económica, 1993).

[3] Teoría de la Literatura Infantil. Bilbao, ediciones Mensajero, 1992.

2.2. El tono

El tono es el elemento fundamental sobre el que descansa la transmisión de la intención. El adulto adapta todo su discurso, incluido el abiertamente funcional, a ese tono que lo hace indispensable para el bebé, sea cual sea su contenido.

Pero, ¿cómo podemos crear un tono literario para un receptor que aparentemente solo comprende conceptos muy básicos? Esta es la pregunta que se hacen muchos adultos. Para reflexionar sobre ella, nos vamos a centrar en una de las lecturas que más éxito tienen en nuestros talleres de lectura compartida; pero sobre todo, una de las que más acercan a adultos y a niños de diferentes edades: Tralalí, ¡vamos a dormir!, de Benjamin Chaud, editada en español por la editorial Kókinos.

Tralalí se anuncia desde su cubierta como “una fanfarria y una nana”, un libro con música. Incluye un CD donde dicha música está grabada y donde comienzan los problemas de comprensión para el adulto: la música no le ayuda a leer. Para este resulta un elemento separado del libro, que no lo acompaña en duración, ya que la acumulación de sonidos resulta más rápida que la acumulación de imágenes; ni tampoco en texto, porque no presenta canción ni se adapta a las palabras escritas. Sin embargo si, a pesar de ello, decide ponerle la música al pequeño, pronto observará la facilidad con que él la interpreta: juega, desfila al compás de la misma y acaba tumbándose en el suelo en actitud de dormir.

Puesto que la música funciona, tal vez es el libro el que no cumple su cometido. Las imágenes son alegres y dinámicas. En alternancia, van presentando a cada nuevo miembro de la orquesta en solitario e integrándolo con los precedentes en cada doble página. Los colores recorren todas las tonalidades habituales en una caja de lápices de madera infantiles, descansando siempre sobre un camino de color rosa. La mayoría de los animales son favoritos de los más pequeños: el lobo, el elefante, el oso, el perro… No hay duda: las ilustraciones también parecen adecuadas para la primera infancia.

¿Y los textos? Cada página de presentación contiene una rima sobre el personaje que aparece y el sonido que produce: una onomatopeya. Es pegadizo, pero algo falla.

La solución está ante nuestros ojos, pero no siempre sabemos encontrarla. No es nueva, se puede aplicar a cualquier libro infantil. Es más: si el lector es muy pequeño, podríamos utilizarla incluso con un tratado de física cuántica. El libro lo hacemos nosotros, nuestra voz y nuestro cuerpo que se unen a la retahíla donde el niño vive tan solo la magia de la palabra.

Cuando cantamos e interpretamos Tralalí, el significado cambia de lugar: pasa del concepto a la experiencia, se repite como un mantra que primero nos libera y luego nos calma. Desconectamos el reloj, las preocupaciones, las tareas… Nos centramos en “estar”, completamos el ritual de la danza, leemos con todo el cuerpo y todos los sentidos.

El tono, en literatura, es un recurso muy complejo: la cualidad sonora de un texto que necesita una voz que lo interprete. La temperatura de una interacción suspendida entre las páginas cerradas. Un pequeño milagro que los humanos necesitamos para encontrarnos con los que llegan y los que nos precedieron.

 Lectura relacionada

 
Tralalí
Benjamin Chaud
Kókinos

2.3. El ritmo

Si solo importase la intención, no necesitaríamos contar nada especial a nuestros pequeños. Solo tendría que ser especial la forma: valdría la tabla de multiplicar, con su musiquilla repetitiva.

Pero los bebés amplían rápido su radio de atención, su comprensión de lo que perciben, el nombre de las emociones que leemos en sus caras… Reúnen elementos y los ordenan para trepar por ellos a otro nivel de conocimiento. Precisan estructuras.

Retoman para la comunicación literaria las creadas por la experiencia prenatal, donde fundamentalmente el latido, pero también la respiración, el discurrir de los fluidos corporales, los movimientos de la marcha, etc., ordenan los datos acumulados en un hilo continuo que permite adelantarse a las nuevas experiencias: predecir mensajes y preparar respuestas, pero siempre dentro de una interacción de juego y no de “retribución” o “entrenamiento”.

Ellos saben qué va a pasar y desean que pase. Saben que puede haber sorpresas, y las desean al mismo tiempo que necesitan dominarlas mediante la repetición. Saben que lo nuevo es fascinante y les hace crecer; que lo conocido les protege y les permite descansar.

Para cada conquista de su cuerpo y sus sentidos, la comunidad ha inventado un ritmo que afianza el nuevo paso. Los juegos de dedos interpretados para ellos, pronto reciben el aplauso de aquellos que pasan a ser espectadores. Pueden balancearse por sí mismos, sin que otros brazos los acunen, y se preparan para el Aserrín, Aserrán que pondrá banda sonora a los columpios. Coordinan palmas, ponen cocos, esconden puños y muestran su cara entre los dedos. Hacen rodar una pelota, la orientan, la gobiernan…

De paseo, de Estrella Ortiz y Paloma Valdivia, editado por La fragatina, recupera con todo su ritmo y su gracia esta tradición de los juegos de falda. Habla al instinto del mediador como al del niño, coordinando sus movimientos en perfecta armonía. Y al final…, ¿el reto es demasiado atrevido? ¿Pueden los niños alzar el vuelo?

Sí pueden: en los brazos del abuelo. Una bellísima estrategia de integración entre generaciones, de incorporación de la sabiduría popular a los nuevos tiempos. Un libro que nunca nos cansamos de compartir.

Lectura relacionada

 
De paseo
Estrella Ortiz y Paloma Valdivia
Ediciones La Fragatina


3. Crecer en la voz

Sobre esta base clara de comunicación afectiva, de interacción gratuita (desinteresada, contemplativa), el bebé puede asentar otro tipo de conocimiento, del mundo y de sí mismo, donde no solo tiene sentido plantearse el lugar de cada uno, sino que además tiene importancia.

A menudo se pasa por alto el alcance de esta premisa. Mediadores, investigadores e incluso creadores están más pendientes de lo que “puede hacer o entender” el niño que del modo en que aquello que está haciendo o experimentando lo transforma. Las habilidades funcionales, más fáciles de constatar y medir (edad en que el niño camina de forma autónoma, utiliza cierto número de palabras o realiza operaciones concretas, por ejemplo) son prioritarias para el adulto y es muy habitual que establezca procesos de lectura basados en ellas, especialmente cuando se inicia la escolarización de los pequeños.

Desde ese punto de vista, considera más adecuadas las obras que presentan conceptos, acciones e incluso sensaciones que el niño puede nombrar (y más adelante descifrar) de manera fácil e inequívoca. Con su mejor intención, coloca lo útil por delante de lo placentero, lo fácil por encima de lo necesario. Hace de un gran lector un mal estudiante.

Esta situación solo puede revertirse a través del diálogo, la observación y el respeto que supone la lectura compartida. En ella no se pretende transmitir una enseñanza que el adulto posee, sino descubrir juntos las experiencias que se despliegan a través de los libros (y otros formatos físicos de lectura) y la voz, en un espacio-tiempo común, delimitado por fórmulas milenarias como el “érase una vez” o más modernas como la lectura antes de ir a la cama.

Cada vez que hablo de lectura compartida tengo que regresar al concepto de gratuidad de la voz y establecer su carácter necesario, imprescindible para la supervivencia del ser humano. Vuelvo al nacimiento y a la muerte, a los temas y recursos básicos de la literatura, sea cual sea la edad de los lectores: a la secuencia, la identificación y el símbolo.

3.1. La secuencia

A medida que la experiencia se amplía, crea peldaños conceptuales sobre los que afianzamos nuestro avance en el conocimiento del mundo. Esos engranajes requieren métodos de organización complementarios a los del canto que ha constituido la base durante la bienvenida; métodos que puedan integrar tanto la razón como la emoción en la historia que construimos acerca de nosotros mismos.

Como vimos en la primera etapa, “Nacer en la voz”, la secuencia es una relación lógica entre las partes del discurso. A medida que diversifica sus recursos y los desarrolla de forma especializada para los diferentes modelos de comunicación, ya sea literaria o funcional, el lenguaje y el pensamiento evolucionan también. No solo se amplía el vocabulario y se adquieren las estructuras sintácticas básicas, sino también estructuras textuales, comenzando por las narrativas. En todos estos aspectos serán de gran ayuda la narración, el recitado y la lectura de textos escritos, por su carácter más pausado, ordenado y meditado que el de la comunicación oral que utilizamos cotidianamente. El álbum ilustrado, que integra tanto el código verbal como el de la imagen y, a través de ambos, otros elementos procedentes de la interacción corporal, se convierte en un laboratorio de experiencias especialmente accesible y atractivo.

En la narrativa, una vez asumido el desarrollo argumental básico (inicio – desarrollo – desenlace), este se afianza a través de multitud de historias sencillas, con conflictos leves, que pueden venir definidas por la propia ilustración.

Muchos textos informativos siguen manteniendo una estructura centrada en el personaje, aunque los temas de interés irán adquiriendo cada vez mayor protagonismo. Con ellos desarrolla la conceptualización, organiza los campos semánticos, etc.

El juego lingüístico sigue siendo para el niño una exploración de sus propias posibilidades y las de la lengua que está adquiriendo. Los cuentos de fórmula (mínimos, de nunca acabar, retahílas), a caballo entre la narración y la versificación, son la “logopedia de la tradición popular”. Ejercitan tanto sus órganos fonadores como su memoria o su sentido de la musicalidad e irán de la mano de la dramatización, centrada en la imitación y el intercambio de estímulo-respuesta, al que aportaremos todo tipo de recursos de los que puedan apropiarse: onomatopeyas, gestos, percusión corporal…

Por último, y sin entrar en precisiones de género, cualquier propuesta que atrape al lector dando respuesta a su búsqueda de la belleza estará alimentando su necesidad de arte y gratuidad, su capacidad de compartir un mundo interior que va más allá de lo material.

Todos estos aspectos pueden observarse en la obra que os recomiendo.

Lectura relacionada

La sorpresa de Nandi
Eileen Brown
Ekaré


3.2. La identificación

Permite reconocer y ampliar nuestra experiencia por la del otro. Es más, a través de nuestra respuesta afectiva reconfigura el universal literario: los temas, las estructuras, las figuras retóricas son ratificadas o no por los receptores.

La identificación queda explicada de modo muy completo por su mera definición en el diccionario: todas las acepciones se aplican con exactitud a los efectos que produce la literatura.

1. tr. Hacer que dos o más cosas en realidad distintas aparezcan y se consideren como una misma. U. m. c. prnl.

2. tr. Reconocer si una persona o cosa es la misma que se supone o se busca.

3. prnl. Llegar a tener las mismas creencias, propósitos, deseos, etc., que otra persona. Identificarse con él.


Pequeño azul y Pequeño amarillo
Leo Lionni (illustration)
Kalandraka

4. prnl. Dar los datos personales necesarios para ser reconocido.

5. prnl. Fil. Dicho de dos o más cosas que pueden parecer o considerarse diferentes: Ser una misma realidad.

La identificación se suele lograr a través del personaje, pero se basa más en sus vivencias que en su aspecto. Pequeño Azul y Pequeño Amarillo, de Leo Lionni, es un buen ejemplo.

Pequeño Azul puede parecer muy abstracto para un adulto: no tiene rasgos, ni ropa, ni siquiera nombre. No es más que una mancha. Pero en su historia vive lo mismo que un niño y el lector se reconoce a sí mismo. Todo lo que le pasa a Pequeño Azul tiene que ver con su entorno cotidiano y con experiencias fundamentales acerca de su autonomía y seguridad afectiva.

Antonino, el personaje creado por Juan Arjona y Llüisot, que presentamos en nuestra estantería, es otro ejemplo que nos permite integrar además la experiencia del héroe (un personaje simbólico, como analizaremos en la clave final de “Crecer en la voz) y todos los elementos básicos de la narración.

En Antonino contra el tiempo es fácil ver la presentación del personaje, la aparición del conflicto, la peripecia encaminada a solucionarlo y el final relacionado con ambos. Pero también se hace posible manejar los conceptos de espacio y tiempo dentro de una estructura al mismo tiempo experiencial y conceptual: a través de Antonino, el lector no solo se enfrenta al conflicto y lo supera, sino que puede dominar el tiempo y el espacio.

Antonino contra el tiempo
Juan Arjona y Lluïsot
A buen paso

La identificación y la secuencia son claves para nuestra experiencia lectora durante toda la vida, no solo en la infancia. Hacemos pactos inquebrantables con ciertos personajes y autores. Buscamos la seguridad de algunos géneros cuya secuencia resulta placentera en su familiaridad. Pero también nos deslumbran las fórmulas novedosas que pueden incluso renovar la historia de la ficción, reorganizando lo que hasta entonces parecía inmutable. El ejemplo que siempre me asalta es El Quijote, con sus personajes tan dignos de telenovela como de ensayo filosófico, y su mezcla de géneros populares, cultos y aún no inventados, que dieron lugar al que aún predomina en la literatura moderna: la novela.

Ni al Quijote ni a sus lectores se los tomaron muy en serio en su momento. Lo mismo sucede con los niños y sus lecturas. Pero en mi opinión, el estudio de su recepción literaria nos enseñaría mucho si no lo contemplásemos con tanta arrogancia.


3.3. Los símbolos

Del mismo modo que la experiencia repetida de dejar caer un objeto construye en el bebé un concepto de cómo funciona la física del mundo, y el hito histórico de medir esas experiencias y extraer conclusiones da lugar a una ley de la gravedad que condensa ese aprendizaje, los símbolos recogen experiencias psicológicas, reconocibles a través de innumerables relatos, y las formulan en un signo colectivo.

Los cuentos de tradición oral son esa fórmula perfecta en que ha destilado la experiencia del ser humano a través de milenios, hasta poder transmitirse como una realidad que el oyente atraviesa y que le permite crecer interiormente.

Durante el primer año, aproximadamente, el folklore acompaña la conquista del propio cuerpo, los avances en la percepción y el movimiento, la construcción de la identidad física. Pero cuando el cuerpo adquiere esa unidad de significado autónomo, la lucha por la supervivencia se concreta en una figura fascinante: el lobo. En nuestra cultura, el lobo es el símbolo definitivo ante el cual el niño interioriza su capacidad de enfrentarse a la necesidad, a la muerte incluso. Repetir esa experiencia vital (y todos los niños piden la repetición de estas historias e incluso juegan a emularlas) le asegura que puede hacerlo, le permite en un momento dado superar el paso por el vientre del lobo y convertirse en el héroe.

Al principio es un héroe mínimo (Pulgarcito, Garbancito, el medio pollito), capaz sin embargo de enfrentarse al mundo entero. Pronto podrá ser cualquiera, siempre, eso sí, que parta de una situación de desventaja: el hermano pequeño, el huérfano, el marginado. Porque el héroe ya no se centra en una sola prueba ni en un solo oponente, sino que desafía al orden social, al destino e incluso al más allá; y ¿por qué emprendería nadie que gozase de una situación privilegiada semejante camino?

El cuento maravilloso da a todos los seres humanos la oportunidad, al menos en la ficción, de llegar a lo más alto, de lograr lo imposible. Y el haberlo conseguido nos hace creer y tener esperanza.

Los niños que se encuentran en situación más precaria, ya sea social, económica o de salud, suelen ser los más necesitados de estos cuentos tradicionales y también quienes los aceptan de un modo más natural. Silenciar este patrimonio o sustituirlo por versiones despojadas de su esencia se me antoja una de las acciones más tristes que se pueden emprender contra la literatura y el arte en general.

Lectura relacionada

Cocorico
Marisa Núñez y Helga Bansch 
OQO