1. Vídeo introductorio M5

1.4. Ideas pioneras en el siglo XIX

En el siglo XIX, tan destacado por el triunfo del nacionalismo, ya comenzaron a fraguarse algunas ideas sobre la necesidad de que los Estados europeos debían unirse para evitar conflictos. El gran nacionalista liberal y demócrata italiano Mazzini no sólo buscó con ahínco la unidad italiana sino que demostró, a la vez, una fe europeísta poco igualada en su época.

El político italiano escribió en el verano de 1846 una serie de artículos, destacando el último de ellos porque intentó aplicar su defensa de la democracia a la política internacional. La idea pasaba por la asociación de los países para buscar la paz, y que los pueblos siendo libres e iguales, debían ayudarse mutuamente.

Mazzini no creía que la unificación italiana se pudiera desvincular de la necesidad del triunfo de las libertades para otras nacionalidades oprimidas. Como es sabido, fue un declarado enemigo de la Europa dominada por las potencias absolutistas según el modelo de la Restauración, establecido en el Congreso de Viena y en la Europa de los Congresos. En contraposición, debía formarse una Europa de naciones libres. Así pues, no le bastaba con su Joven Italia, sino que había que crear la Joven Europa, para difundir las ideas nacionalistas liberales y hasta democráticas, y con el fin de coordinar los esfuerzos. Por ello mismo su organización fue perseguida, fracasando. Pero, aunque esto lo asumió el propio Mazzini también es cierto que consideraba que las ideas no estaban muertas. La lucha por las independencias nacionales debía desembocar en la creación de una futura unión donde las naciones colaborarían para asegurar la paz, el triunfo del derecho y la justicia, además de para el intercambio de ideas y conocimientos, sin olvidar la dimensión económica de esa especie de unión.

Las naciones europeas que formarían dicha unión serían fraternas entre sí, libres e iguales con el fin de constituir una Alianza republicana de los Pueblos.

Las ideas de Mazzini terminarían con el tiempo ejerciendo una clara influencia no sólo en la difusión de la democracia, sino también como inspiración de la integración europea. En este sentido, resulta significativo que el destacado político italiano, Giovanni Spadolini, llegara a afirmar en el Congreso de la Joven Europa, que tuvo lugar en Suiza en 1984, que esta organización había marcado el inicio del proceso de integración europea.

Víctor Hugo, por su parte, fue un convencido de la integración europea en pleno siglo XIX. El escritor pronunció un decisivo discurso en el Congreso Internacional de la Paz, celebrado en París en el año 1849, donde expresó que llegaría un día en que se podrían ver dos grandes grupos, los Estados Unidos de América y los Estados Unidos de Europa, pero no enfrentados entre sí, sino intercambiando sus productos, y en colaboración para el bienestar general.

En realidad, esta idea ya había sido formulada por George Washington en una carta enviada en 1790 a Lafayette. El presidente norteamericano hablaba de unos Estados Unidos de Europa, organizados democráticamente y según el modelo norteamericano.

El discurso de Víctor Hugo debió ser memorable, porque habló de la paz, de que un día la guerra llegaría a parecer absurda, y sería imposible entre París y Londres, entre San Petersburgo y Berlín, entre Viena y Turín, como en ese momento ya era absurda entre Ruan y Amiens, o entre Boston y Filadelfia, es decir, entre dos ciudades del mismo país.

Vaticinaba que un día llegaría en el que las naciones del continente, sin perder sus individualidades, se fundirían en una unidad superior para construir una fraternidad europea, como ocurría, por ejemplo, con las provincias de Francia entre sí. Llegaría un día en el que no habría más campos de batalla que los mercados abiertos al comercio y los espíritus que abrirían las ideas. Llegaría un día en el que las balas y las bombas serían reemplazadas por los votos, por el sufragio universal de los pueblos, por el arbitraje de un gran senado soberano que sería en Europa lo que era el parlamento en Inglaterra, la dieta en Alemania o la Asamblea Legislativa en Francia. En ese futuro el cañón se mostraría en los museos.

Terminó con una exhortación para que franceses, ingleses, belgas, íberos, rusos, eslavos, en fin, los europeos se amasen.

A pesar de ser menos conocido, pero, en realidad, muy importante por sus ideas precursoras, estaría Jean-Baptiste André Godin (1817-1888), que en 1877 fundaría un falansterio en Guisa para 1200 personas, en un modelo más pequeño que el que planteó Fourier. Conocemos su figura y sus pensamientos gracias al libro de Édouard Herriot, Los Estados Unidos de Europa, del año 1930.

Godin escribió un libro clave en el ámbito que aquí nos interesa, El Gobierno, lo que ha sido, lo que debe ser, y el verdadero socialismo en acción (1883), donde dedicó un capítulo a la paz. La sociedad debía combatir la guerra, colocando a los pueblos bajo la protección de la justicia y la razón. Y para ello, los gobiernos debían federarse para alcanzar este objetivo. Godin quería la creación de una especie de República Universal, aunque como paso previo estaría la federación de los pueblos. Haría un llamamiento a los hombres de Estado para acelerar el proceso de la organización de la paz con un Congreso permanente de los Estados europeos, generador de un nuevo derecho internacional. Pero Godin iba más allá, ya que pretendía la libertad de circulación y de los cambios, la reducción de las fronteras nacionales. El Congreso tendría hasta un plan de trabajo basado en cinco puntos: abolición de la guerra, organización de la paz, desarme europeo, arbitraje internacional, y federación para la ejecución de los arbitrajes. Por fin, la federación europea debía tener un carácter permanente, con reuniones periódicas y sucesivas en las capitales de los Estados federados.

Pero Godin fue mucho más lejos, demostrando que muchas de sus ideas han inspirado distintos principios y realidades de la integración europea en el siglo XX. En su proyecto se preocupó mucho de los peajes y las aduanas, siendo muy severo con ellos por ser perjudiciales para los consumidores.

 

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