2. ¿Qué es Europa?

2.3. Ideas en favor de Europa

Entre los economistas, intelectuales y políticos europeos fue creciendo a partir de los años veinte la necesidad de la integración europea. Hemos visto la importancia de la economía en este proceso, y en este sentido, el propio John Maynard Keynes se mostró favorable de la unión de esfuerzos. Por su parte, el politólogo, y también economista francés Bertrand de Jouvenel planteó que para superar los graves problemas de la posguerra había armonizar los intereses nacionales. Era el único camino para conseguir la prosperidad común.

En el ámbito más puramente intelectual no podemos dejar de aludir a José Ortega y Gasset planteó que la unidad europea no era una fantasía, sino algo real.

En la política, el griego Venizelos planteó el apoyo griego a que los Estados Unidos de Europa, representarían, incluso sin contar Rusia, una potencia lo suficientemente poderosa para hace avanzar la prosperidad también en otros continentes, una idea que, en cierta medida, después la Unión Europea reconoce.

En 1926, el político francés Louis Loucheur, muy vinculado a la gestión económica en su país, sacó un libro sobre el problema de la cooperación económica internacional. Analizó las raíces de los problemas económicos de su tiempo y defendió unos Estados Unidos de Europa económicos. Planteó que había que coordinar la producción, por ejemplo, del carbón a través de una comisión central, algo sumamente interesante por considerarse un precedente, en cierta medida, de la posterior CECA. Pero también se preocupó de la industria del automóvil y de la del acero.

En 1930, M. Callaiux, respondiendo a una encuesta abierta en Le Capital, abogó por la creación de un gran mercado europeo, defendiendo a los panaeuropeos. Consideraba que el proteccionismo era un peligro.

Por su parte, M. Barthelemy, apoyó desde la prensa, en El Petit Journal, en septiembre el proyecto de Briand.       

Para terminar, y en Francia, donde se estaban dando tantas ideas en favor de la integración europea, destacaría, después del proyecto de Briand, que estudiaremos un poco más adelante, la figura de Édouard Herriot, fundamental político del radicalismo de izquierda en Francia, que fue tanto primer ministro como ministro de Asuntos Exteriores, gracias a un destacado libro, titulado, Los Estados Unidos de Europa, ya citado anteriormente, y que en España se publicaría también en 1930.

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