1. Introducción

Desde el siglo XVIII, el aprendizaje se ha dado a partir de una metodología tradicional, en la que una serie de individuos pasivos que debían memorizar todos los contenidos que el docente explicaba en clase. El maestro era el protagonista y el modelo a imitar. El currículo era rígido e igual para todos. La evaluación iba dirigida, únicamente a los resultados. Los contenidos trabajados eran únicamente conceptuales.

La metodología activa se introdujo a partir del siglo XIX con una adaptación del sistema educativo, haciéndolo flexible según las características de cada individuo. El papel protagonista lo tiene el alumno y el profesional de la enseñanza se encarga de guiar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Los contenidos se trabajan según los intereses, necesidades y capacidades de los alumnos y dejan de ser solo conceptuales para ser conceptuales, procedimentales y actitudinales. Los libros pasan a un segundo plano haciendo del aprendizaje una experiencia. Con esta metodología, la evaluación va dirigida al proceso de aprendizaje. Las materias en el aula se entrelazan alrededor de una idea central, evitando que la programación educativa quede fragmentada.

La metodología activa se basa en la teoría de Piaget que explica cómo se forman los conocimientos. El desarrollo cognitivo es una reorganización progresiva de los procesos mentales, como resultado de la maduración biológica y la experiencia ambiental.

Los objetivos que se pretenden conseguir con la metodología activa se basan en hacer que los individuos:

  • Se conviertan en los responsables de su propio aprendizaje, desarrollando habilidades de búsqueda, selección, análisis y evaluación de la información.
  • Participen en actividades que les permitan intercambiar experiencias y opiniones con sus compañeros.
  • Lleven a cabo procesos de reflexión sobre lo que hacen, cómo lo hacen y qué resultados logran.
  • Tengan conciencia de su entorno a través de actividades, como trabajos de proyectos o estudios de casos.
  • Desarrollen aspectos como la autonomía, el pensamiento crítico, actitudes colaborativas, destrezas profesionales y capacidad de autoevaluación.
  • Desarrollen la conciencia grupal y la reflexión individual y colectiva de la realidad cotidiana.

Para ello, debemos establecer objetivos, tener claro que el rol del alumno es activo y con responsabilidad en su proceso de aprendizaje. Tener claro que el rol del profesional de la enseñanza es guiar, motivar, ayudar, facilitar y dar herramientas a los alumnos.

Algunos ejemplos de metodologías activas son: el Aprendizaje por Proyectos, el Aprendizaje Basado en Problemas, el aprendizaje colaborativo y el Flipped Classroom.