2. Acompañar en las emociones con los cuentos tradicionales

2.2. Las luces y las sombras de cuidar de la infancia: la madre y la madrastra

Educar es un acto puramente relacional, y por lo tanto bidireccional; es decir, no se trata únicamente de que los mayores enseñemos y los pequeños aprendan, sino de encontrarnos, de comunicarnos, de jugar todos nuestros recursos internos con más o menos sabiduría para que los pequeños aprendan a vivir mejor con nuestro ejemplo. Y como es bien sabido, compartimos encuentros llenos de ternura, de alegría y de delicadeza, y otros donde atravesamos grandes dificultades para conectar con esos sentimientos.

Solemos compartir con colegas o familiares, con relativa facilidad, los momentos en que experimentamos sentimientos maternales, alegres o divertidos, y nos cuesta mucho expresar nuestras dificultades o nuestras limitaciones en los momentos en los que conectamos con emociones que consideramos negativas (rabia, frustración, impotencia, ira, culpa, hartazgo, agresividad, tristeza, etc.). ¿Con cuántas personas de nuestro entorno podemos compartir esos sentimientos sin miedo a ser juzgados o juzgadas? ¿Cuántas veces nos invaden esas emociones e intentamos silenciarlas porque nos parecen abominables? ¿Cuándo nos atrevemos a decirnos a nosotros mismos la verdad sobre lo que estamos sintiendo en los momentos más difíciles?

Muy probablemente no nos resulte demasiado fácil transitar por aquí y encontrarnos –como diría Laura Gutman- con nuestra propia sombra. No nos han enseñado a mostrar esas emociones, y no son demasiado valoradas socialmente. Por eso en muchas ocasiones las vivimos en secreto y en soledad, con una gran sensación de culpa, de fracaso o de vergüenza. Existe la creencia de que las personas que educamos debemos estar siempre disponibles, receptivas y alegres. Y como personas educadoras sabemos que eso es prácticamente imposible: hay días de sol, días de lluvia y días de tormenta con rayos y truenos.

Eso también nos lo dicen los cuentos: las brujas, las madrastras y los ogros también llevan años entre nosotros mostrándonos y recordándonos cómo somos al completo, y no cómo deberíamos ser según los valores de nuestra sociedad actual (por cierto, una sociedad movida por valores mercantiles, comerciales y poco humanos). Somos la bruja del cuento, también la madrastra, el padre de Hänsel y Gretel, y la madre angelical que da todo por sus hijos. Somos todo el espectro de la figura maternal, de la figura cuidadora. Si pretendemos ser únicamente la parte luminosa, perdemos autenticidad y completud. Si admitimos que todos estos personajes nos habitan y se muestran en ciertas ocasiones, ganamos en conciencia, en honestidad y en calidad de relación con uno mismo (y por consiguiente, con los demás). Darse permiso para sentir todo aquello que consideramos “negativo” no nos convierte en malos educadores. Nos transforma en personas más conscientes y maduras. Y eso sí, indudablemente, nos convierte en mejores educadores.


Te invitamos ahora a explorar tu parte emocional a través del personaje de un cuento, utilizado el hilo correspondiente de vuestro foro de emociones.