2. Acompañar en las emociones con los cuentos tradicionales

2.4. Un final emocionalmente feliz

En muchas ocasiones, las personas educadoras me comentan que no están cómodas con algunos finales de los cuentos, por considerarlos demasiado crueles, vengativos o violentos. Prefieren suavizarlos y hacer que el lobo y los cerditos se hagan amigos, o que la madrastra y Cenicienta hagan las paces.

Parece que entre la mayoría de personas educadoras, un final conciliador goza de mejor fama que los finales de algunos de nuestros cuentos. Sin embargo, los cuentos tradicionales no nacieron para darnos lecciones morales, sino como símbolo de todas aquellas pulsiones que –de alguna manera- necesitamos elaborar como humanos.

«En realidad, lo que ocurre en el niño es una gran sensación de justicia. Que el malo pague por sus actos le ayuda a sentirse reconfortado y a restablecer un orden en sus pensamientos. Durante la trama, puede que se genere una gran ansiedad, ya que el protagonista peligra de veras, su vida está amenazada por un ser maligno que quiere destruirle. Esta trama producirá muy probablemente resonancias en el interior del niño, y despertará sus propias angustias, que podrán ser mitigadas con el placer catárquico de matar de manera fulminante al malo. Si el héroe y el malo llegan a una postura conciliadora, y el malo se vuelve menos malo, la angustia no se acaba, pues en cualquier momento este pérfido personaje puede volver a hacer de las suyas. No existe la sensación de haber vencido ninguna dificultad, no hay ninguna victoria sobre el mal. Esto puede afectar la confianza del niño, ya que la experiencia con el cuento no le deja en un lugar del todo segurizado, no se resuelve el conflicto tan claramente como con la muerte del malo.»
Bajo la piel del lobo: acompañar las emociones con los cuentos tradicionales. Editorial Graó.

Debemos procurar que el final del cuento deje al niño con una sensación de placer, de descanso. De esta manera, aseguraremos que algunas de las angustias con las que ha resonado han tenido una resolución simbólica y, en un escenario de fantasía, ha conseguido lo que necesitaba: vencer a las fuerzas del mal y conseguir algo bueno. Es una vivencia simbólica, pero necesaria y muy reconfortante.

Este es el tipo de final emocionalmente feliz, el que nos permite dar salida a nuestros impulsos más inconfesables con todo aquello que simbolizan los personajes “malos”. Siempre me gusta recordar que la función de la literatura no es enseñar a los niños a portarse bien, sino evocar escenarios donde puedan sentirse identificados, donde puedan emocionarse y encontrar imágenes que les interpelen, les reconforten y les ayuden a crecer como personas. Si la Literatura es políticamente correcta, no es Literatura, es una lección moral en un texto o en un álbum ilustrado. La Literatura, como arte, debe hablarnos de lo que ocurre en nuestro interior para interpelarnos y recordarnos que somos seres sintientes, y no solo seres políticamente correctos. Por supuesto que lo que sentimos no es siempre lo más adecuado, o lo más bonito. Pero silenciarlo no nos ayuda a elaborarlo, solo nos hace vivirlo en silencio y en soledad. Nuestra agresividad, nuestros deseos de venganza, nuestra envidia o las ganas de vencer a las fuerzas del mal están en los cuentos tradicionales, porque están en nosotros. No hay nada en ellos que no contengamos como humanos. Admitir esto y sentirnos vencedores de nuestras propias dificultades va a convertirnos en héroes de nuestra historia. Eso es lo que hacen los buenos finales: sentir que después de la ansiedad, el miedo y las emociones contradictorias que hemos sentido durante el cuento, vamos a acabar venciendo. Ser conscientes de lo que sentimos, hacerlo presente, poderlo expresar (aunque sea en fantasías), y vencer nuestras contrariedades… todo eso es hacerse mayor, maduro y responsable.

En muchas versiones de los cuentos tradicionales, los finales han sido modificados para adaptarlos a una idea moralmente aceptable. Pero recordemos, como personas educadoras, que para crecer emocionalmente hay que vencer las dificultades, no evitarlas o endulzarlas. Por eso la experiencia de escuchar un cuento debería ser siempre un acto de placer, que termine con el triunfo del personaje protagonista después de afrontar un gran conflicto. Vale la pena echar un vistazo a las últimas páginas antes de escoger un cuento para nuestros niños. Algunas versiones de los hermanos Grimm son auténticos espejos humanos donde reflejarnos con todo lo que nos compone, aprender de ello y salir de la experiencia con algún tesoro bajo el brazo.


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